martes, 12 de agosto de 2014

Una fe chiquita

Por : Héctor L. Matías

La fe en nuestra vida tiene varios tamaños para diferentes situaciones. Un ejemplo de esto es cuando nos acostamos a dormir, lo hacemos con la fe de que en la mañana (tarde o noche dependiendo del caso) nos vamos a levantar, pero comienza nuestra batalla cuando tenemos que bañarnos ( o no es así). Después de dudar si nos conviene o no, ahí vamos y despertamos.

También se puede comparar con encender el automóvil. Mientras el auto está nuevo sabemos que va a encender, pero cuando el automóvil se empieza a deteriorar comienzan nuestras fallas de fe.

Y así es en muchos eventos y depende de la persona o las personas asociadas a algún evento "X".

Ahora bien, cuando aprendemos a correr bicicleta necesitamos unas rueditas de entrenamiento, porque no confiamos en ciertas cosas que las tenemos por dadas, una de ellas es el sentido del equilibrio, éste lo vamos desarrollando poco a poco y vamos confiando en el, para así correr bicicleta. Pues la fe, la tenemos en nuestro sistema, el asunto es ejercitarla a diario hasta que ya no necesitemos las ruedas de entrenamiento.

Me dirán: "eso para ti es bien fácil, porque te relacionas con Jesús". ¡Pues te digo una cosa!, te equivocas tengo mis propias dudas con relación al tamaño de mi fe, en ocasiones, porque a veces veo la montaña como el Everest y otras veces como un reductor de velocidad. Y se que no necesito tanta fe, sólo como un grano de mostaza y ya sea el monte, montaña, duna, loma o un chichón en el suelo no se podrán resistir al poder de una fe chiquita. Piensa un momento si ponemos toda nuestra fe (toda nuestra confianza) en Dios, ¿no habrá obstáculos que no podamos rebasar?

Si todo eso lo puedo hacer con una fe como un grano mostaza, imagínate si mi fe fuera tan grande como el universo... Bendecidos.

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